Por Karina Matos
Desde el año 2010 en adelante hemos visto cómo la comunicación ha dado un giro de mucho más de 45 grados a nivel nacional, y no exactamente de forma idónea en el cumplimiento de sus funciones, como es: informar, educar, enseñar, entretener, formar, orientar y, en ciertas situaciones, manejar y controlar circunstancias que puedan afectar la salud mental de la población.
Esto es alarmante, porque de alguna manera estamos siendo obligados a consumir contenido, informaciones superfluas, especialmente a través de algunos medios digitales y las Redes Sociales.
Digo obligados porque cuando visitamos alguna plataforma o nos sentamos a ver un programa de televisión o escuchar un espacio de radio, con la intención de documentarnos, lo primero que encontramos es un montón de personas que no saben pronunciar bien su nombre y sin conocimiento de ningún tema social, con un micrófono abierto, expulsando basura, desinformando y mal educando especialmente a la nueva generación.
Esto da pena y vergüenza, porque como país, en cuanto a comunicación, estamos siendo la burla e irrespeto de otras naciones, que sí cumplen con los estatutos que requiere la verdadera difusión de información en sentido general .
Por tal razón, creo que es tiempo de que quienes creemos que sí se puede hacer contenido con calidad y constructivos, a través de los medios de comunicación modernos o tradicionales, para una sociedad carente de ellos, alcemos la voz y preguntemos, ¿qué pasa con los “medios de comunicación dominicanos, han desaparecido o realmente aún se puede obtener algo de ellos?”.
Esta pregunta la podría responder la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía (Cnepr), la cual, tiene como función, prohibir todo contenido que viole la moral o buenas costumbres. Pero tenemos tiempo viendo y escuchando insultos, palabras descompuestas, ofensas, amenazas y hasta golpes propiciados en los mismos espacios de trabajo, por quienes van y se suben a un escenario y dicen ser los que nos representan como figura de la comunicación dominicana, y nadie dice ni hace nada.
Es importante resaltar, que las palabras tienen un poder inconmensurable en la población, para destruir o construir, todo va a depender del uso que les demos.
Los valores de un país se mantienen por sus acciones y estas se aprecian, se difunden, se dan a conocer a través de sus profesionales y medios de comunicación, por lo tanto, es indispensable tener cordura y cuidado al momento de expresar cualquier disparate que no le aportará nada a quien lo vea o escuche.
Nuestros niños, jóvenes y adultos merecen escuchar y ver contenidos que aporten a su desarrollo y al país. ¡Señores es tiempo de reflexionar!